Willian Baldayaque
Ayer en el desfile
de carnaval vi los rostros de estos niños, y me remontaron al patio de mi tía
Tolana, donde su hijo Papo Peña me ponía a guayar el carbón para posteriormente
echarle agua y de ahí sacar el líquido negro para pintarme cada domingo de
carnaval. Recuerdo echarle agua a la acuarela para crear los demás colores que
igual ¨Papo¨, usaba para pintar rostros de los demás niños y personaje que salían.
Recuerdo salir sin
permiso detrás de cada ¨TITI¨ por los colmados del barrio, para lograr atrapar
dos o tres monedas que lanzaban. Todos sabían el coro a seguir, ya que el ¨TITI¨,
brinda honores a todas las figuras y colmados, cantando: El mejor colmado, ese
eh… El mejor señor, ese eh… el mejor negocio, ese eh…, en fin todo eran los mejores
contar de que dieran algo de moneas. Igual las comparsas que en breves minutos realizaban
un drama que concluía con un mensaje y una solicitud de colaboración.
Las competencias en
la cancha Bienvenida Socias, la premiación al mejor ¨Toro¨, el mejor ¨Civil¨,
las comparsas creativas y coloridas de cada barrio, llenaban a Montecristi todo
el mes de febrero. Éramos algo más que el romo, la cerveza y el artista en
tarima de hoy…
Muchas tradiciones
de esta que viví, han muerto. Papo Peña, Nixon Sánchez, Tony Carrasco, el mismo
Santos Vásquez, José Datt y otros eran parte de esas tradiciones, pero las
autoridades se encargaron de dejar que mueran y no le brindaron los espacios
para que ellos continuaran creyendo que valía la pena dedicarse al arte y la
cultura.
Los rostros de esos
niños nos indican que tenemos una responsabilidad como padres, de no dejar que
muera ese espíritu y cada febrero llevarlos al carnaval disfrazados, porque si
no seremos parte responsable del entierro total de nuestras tradiciones.